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Foto: Elena Díaz |
Cada año, el día de San Antonio de Padua, en Güímar, se celebra por todo lo alto gracias a los vecinos del barrio Los Majuelos, en San Pedro Abajo, que abren sus altares para recibir a vecinos y forasteros fieles de toda la Isla que acuden a él para que interceda para encontrar una buena pareja, entre otras tantas peticiones intimas que le hacen desde el silencio. El origen de esta devoción al santo y sus altares, se pierden en el tiempo. “Las primeras noticias escritas que hablan de los altares a San Antonio llegan de Tomás Cruz, en su libro Breves apuntes históricos de la Villa de Güímar”, según explica Juan Manuel Pérez, historiador y gran conocedor de las tradiciones de Güímar. Con un recorrido a pie por esta zona de Güímar, se recuerda una sencilla y emotiva costumbre, escribe Florentín Díaz.
Candelaria González de 78 años es una de las vecinas y la más veterana que ha seguido la tradición familiar. “Recuerdo como mi tío, Vicente, preparaba al santo. Lo adornaba con muchas flores y frutas”. Actualmente es ella y su hermano, Jesús, quiénes preparan al santo en el garaje de su casa que se sitúa en la calle El Calvario, en San Pedro Abajo. Es costumbre de todos los participantes el brindar a los visitantes con “algo que echarse a la boca”, comenta Candelaria. Días antes prepara truchas, bizcochones, panes de leche y quesadillas. “Son muchas las personas devotas de San Antonio de Padua que vienen de fuera. El año pasado vino una pareja de Taganana, y tenemos que recibirlos con los brazos abiertos. Es de agradecer las visitas, y que mejor que hacerlo con un vaso de vino y una trucha”.
Son once altares los que se podrán visitar en los dos días dedicados al santo. Por otra parte, Sergio Hernández, un joven de 31 años empezó con la tradición de ornar al santo con 14 años. “Mis padres me prometieron que si aprobaba el curso me harían el regalo que yo quisiera. Yo les pedí la imagen de San Antonio de Padua”. Sergio, desde muy pequeño sentía una especial devoción por San Antonio. Fue el domingo de Ramos, en el año 98, cuando recibió el regalo. “San Antonio medía un metro, hecho en pasta de madera y con unos rasgos muy finos para ser una talla en serie”, comenta el joven. Ese mismo día fue a bendecirlo a la Basílica de Candelaria y pocos meses después ya estaba preparando el altar en el salón de la casa de sus padres. “Colaboramos toda la familia e incluso los vecinos de mi calle”.
Los primeros años hacían un altar sencillo y “con el paso de los años hemos ido añadiéndole objetos decorativos como una gran mesa tallada realizada por el ebanista Rigoberto González”. El fervor a San Antonio de Padua es tan inmenso que cuando finaliza su festividad se coloca “en el zaguán de mi casa “. Además, los primeros años, la imagen, “salía en procesión por la calle de Tonazo, acompañada por la Banda de Tambores y Cornetas y vecinos”. Muchas han sido las donaciones y promesas que vecinos y visitantes le han hecho al santo. “Rosarios, coronas…pero, sin duda lo más bonito ha sido una reliquia, donada por el que fue párroco de San Pedro Apóstol, Rubén Fagundo”.
El altar sigue la tradición de “toda la vida”. No faltan las frutas de temporada, las azucenas, las velas que rodean al santo, y por supuesto, “los voladores”. Los vecinos conocen el altar de Sergio como ‘el Santo de Tonazo’. Por su parte, “seguiré con el mismo entusiasmo y fe, haciendo lo que mí vecina Candelaria y otros muchos han hecho; continuar con cariño la tradición para que no se pierda”.
Por Florentín Díaz - Diario de Avisos
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